9 de septiembre de 2004

Tatuaje


Cuando tía Coralia comenzó con sus delirios toda la familia se espantó.
Cada uno fue declarándose incompetente en temas de trastornos persecutorios y lentamente fueron escapando como ratas.
Su nombre estaba prohibido en presencia de los niños, que divagábamos sobre las mil maneras en que tía Coralia había enloquecido. Sólo unos pocos, de vez en cuando, nos asomábamos en la oscura habitación para investigar asustados la verdad sobre sus extrañas manías: sus conversaciones con la pared, los cientos de tics que se acumulaban en su rostro o el creciente tartamudeo histérico.
Pero lo de la grieta fue demasiado para todos.
Especialmente cuando abuelo Hilario confirmó que se abría de adentro hacia fuera como un grito desde el interior del muro.
Entonces la familia se turnaba para entrar al cuarto y observar junto a tía Coralia los cambios en la pared.
Primero fue una simple rasgadura, luego juraron ver el rostro de la Virgencita de Guadalupe; con los días hablaron de traer un sacerdote que exorcizara al demonio que claramente se había dibujado.
Abuelo Hilario dijo que ni Virgen, ni Satanás, ni Rosas Místicas, ni gatos negros.
Y aunque cada quién tenía su teoría, fue tía Coralia la que reconoció a Julia, la chica de la casa de junto, que había desaparecido el mismo año en que la voz comenzó a llamarla desde la pared, al regreso de las vacaciones en el campo de los Correa.
El mismo año en que el primo Alcides se fue para siempre.
Cuando le preguntaron cómo pudo ver el rostro de Julia en una simple grieta, ella solo respondió: - No vi su rostro, vi su tatuaje en forma de corazón con el nombre del primo Alcides -.
Después llegaron los judiciales, la demolición y los huesos humanos entre los escombros como único hallazgo.
Todos lloraron aquel día; todos, menos tía Coralia que no dejaba de sonreír.


Marcela Fumale
http://shered.blogspot.com

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