6 de octubre de 2004

Arquitectura y Homicidios


Al entrar a la casa lo hago rapido sin pausas ni motivos ni momentos celebrados que me ayuden a contemplar detalles que de otras formas - como un leve respiro - pudiera analizar más.

Entro rápidamente con un paso corto.

No me extiendo por la cocina o el comedor haciendo traspies en los relieves del piso, y todo ese diseño e ideas propias de mi mujer que no tiene otra cosa mas que vivir despacio, con pausas, o abstracciones, logrando que la odie sin remedio alguno.

El odio en una frase breve tiene mejor efecto.

Por eso corto cartucho. Hago pausas a conciencia. Un paso aquí. Rápido otro por alla. Un segundo. Preciso. El gatillo, el percutor, las piezas de la pistola, una secuencia pausada pero entrelazada con lo mismo: disparar sobre ella.

Sobre Fátima, su estúpido nombre árabe, y su gusto arquitectónico que tropieza por donde sea, por aqui, por alla, asi y asa. A tropiezos ininteligibles, sin sentido y sin analogía, como el tráfico vial que maldigo, pero que me retrasa de llegar a este infierno de casa.

Mis traspies son la comas cuando llego a mi casa, y de esto tiene la culpa el arquitecto, Orfeo (solo a un arquitecto se le ocurren semejantes nombres), a quien también asesinaré después de seducir a su esposa, la disfrutable Triana, que debe sufrir mucho si su esposo se la coge como diseña o construye.

Así entraré a mi casa a tropezones, cayendo al piso retorcido de risa, la única que puedes gozar cuando logras vengarte de una esposa con mal gusto y un arquitecto sin talento.


Manuel Lomeli
www.chango100.blogspot.com
chango100@gmail.com

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