30 de agosto de 2004

SU PROMETIDO


A Hernán le parecía una cursilería que Ania adornara su cabello con camelias blancas, aún así, llegaba a su cita de cada Viernes con un ramo de rosas blancas, o de azahalias.
Ania servía el té en la mesita de patio de la casa donde su abuela había nacido y rodeados de pájaros, flores y arboles, forzaban una conversación que ninguno de los dos deseaba.
-“es un animal mamá”- Ania le secreteaba iracunda tras la puerta de la cocina –“míralo, hasta cuando entra a la casa, parece que trae cola!”


Conflictiva
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