2 de diciembre de 2004

Suena el timbre


Carlos se levanta trabajosamente mientras se pregunta quién podra ser
Hola papa,-le dice su hija Martha,al abrir la puerta-.
Carlos se sorprende de ver a su unica hija,ya que casi nunca va a
visitarlo,no tanto por vivir lejos de su casa,que Martha vive a 15 minutos de ahi,sino porque el rencor acumulado en los años no les deja cruzar palabra sin que irremediablemente irrumpan tarde o temprano en gritos y reclamos,por lo que los dos evaden desde hace largo tiempo el encuentro con el otro.
-No tuve con quien dejar a mis hijos,sabes que no me gusta molestarte,pero
me los puedes cuidar,esta noche?,tengo trabajo-dijo Martha-.
-Esta bien-respondio secamente Carlos.
Bueno,adios,y ustedes niños portensen bien-antes de darse la vuelta dio un
beso frío a su padre,lo miro por un instante y le dijo:
-Huele bien raro,apá-
-Es la mierda del perro,anda malo-contestó-.
Entró a la casa y acosto a sus dos nietos,Karla de 5 años y Sergio de 7 en
la recámara de paredes floreadas donde solia dormir Eugenia,su esposa.
Al recostarlos se quedo viendo a Sergio-como se parece a mi,penso en sus
adentros-.
Al mirar a su nieto,recordo cosas que creia haber olvidado:el olor del guisado de su madre,las caminatas por la playa con "el chiquito" su perro inseparable,el sol agonizante en el cielo ensangrentado de Mazatlan,los tantos sueños tejidos en las noches de luna imposible.
De repente volteó la vista al espejo y vio su rostro envejecido,sus canas plateadas y su mirada entristecida a fuerza de vivir.
-Me acuerdo de tu cara pero no sé de dónde-se dijo y esbozó una timida sonrisa,hasta que se dio cuenta de su mal chiste y empezó a llorar con toda la amargura de sus 75
años.


Pedro Serrano

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