2 de diciembre de 2004

Los simios sub-humanos se agruparon en torno a la hoguera. Tres simios de otra especie, apenas más avanzados que ellos, eran la ofrenda de esa noche. “Me acuerdo de tu cara pero no sé de donde”, dijo un simio sub-humano a uno de los tres simios condenados a muerte para saciar el apetito de Ishtla, el señor de la noche. “Somos parte de la tribu del centro, adoramos a Ishtla también, solo vinimos aquí a ofrecer una ofrenda”.

Uno de los simios, de aspecto más estúpido que los otros, le increpó, “Ustedes se roban a nuestros hijos y los ofrecen en sacrificio a dioses falsos. Morirán para aplacar la ira del pueblo”.

“Huele bien raro”, dijo uno de los simios mientras era amarrado a un poste cercano a la hoguera. “Es el olor de tu pecado”, dijo otro de los sub-humanos. “Pecado que pagarás ahora. Se hará justicia”.

“¿Cuando llegarán los demás peregrinos?” Preguntó un simio mientras las lenguas de fuego acariciaban las plantas de sus pies. “Nunca”, contestó otro resignado.

Un simio sub-humano tapo los ojos de sus hijos, evitando que presenciaran el horror de la incineración. “Disculpa, no tuve con quien dejar a mis hijos”, murmuró, a un interlocutor invisible.


Manuel B. IBarra
www.art-star.blogspot.com


No hay comentarios.: