El armisticio
La rendición debió ser incondicional. Esa fue la exigencia de mi Insomnio para admitir el armisticio. El Tratado de Paz exigía el exilio de un ejército de somníferos, menjurjes y hierbas de la más diversa ralea cuyos esfuerzos por ganar la Guerra fueron siempre infructuosos. También me exigió la entrega inmediata de los tratados kantianos y los discos de música relajante con los que inútilmente busqué invocar al sueño. El armisticio me obligaba a admitir a mi Insomnio como amo y señor. Lo más terrible fue el apartado referente a la sentencia de muerte de Morfeo, misma que debía ejecutarse sin dilaciones.
A partir de ese momento mi existencia se transformó en un día largo, denso y aburrido. Perdí la capacidad de diferenciar la luz de la oscuridad, el frío del calor e incluso empecé a perder la noción de la forma humana. Lo peor fue cuando me di cuenta que mis pasos no me llevaban a ninguna parte y que al tratar de correr mis piernas se transformaban en chicle. Al final perdí la identidad: Yo era una otredad múltiple y el instante presente era el futuro de un pasado milenario. Fue entonces cuando desperté.
Daniel Salinas Basave
No hay comentarios.:
Publicar un comentario