2 de diciembre de 2004

BUM


Regresas de Vancouver. Tu conferencia fue un éxito rotundo. Hace frío. El aeropuerto de San Diego está repleto. Junto a ti pasa un hombre rubio, altísimo. A tus espaldas se escucha la voz de un niño: «Mami, ese señor huele bien raro», dice mientras jala del abrigo a una guapa mujer. Sonríes y piensas: «muy, jovencito, se dice: muy raro». Sigues con la mirada al extraño hombre. Suena tu celular. Es tu esposa. «No tuve con quien dejar a mis hijos», dice. «Please, toma un taxi, amor». Te molestas un poco porque no irá por ti. Te das cuenta que el hombre alto se ha detenido justo en el centro de la sala. Parece nervioso. Marcas el teléfono de tu casa para preguntar si a tu mujer le apetece algo de La Trattoria, en la pequeña Italia. El hombre te observa fijamente. Sostienes la mirada y frunces el ceño. «Me acuerdo de tu cara, pero no sé de dónde», murmuras. «¿Aló?», se escucha la voz de tu mujer del otro lado del auricular. El hombre se abre el abrigo. Lo demás ocurre todo en el mismo instante, como si el tiempo se coagulara. Primero escuchas algo como un zumbido. Después sientes un calor insoportable. Luego, de golpe recuerdas dónde habías visto el rostro de aquél hombre. Intentas gritar. Lo último que ves es un resplandor blanquísimo. Bum. You are dead. As everyone else in town. By the way, it was nuclear. The firstportable. American Made. And we are proud of it.


Rencoria

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