17 de noviembre de 2004

Relato Invariable


Dos personas quedan atrapadas en un elevador: una prostituta y un sacerdote.

(-¡Terminarán teniendo sexo!- pensó el escritor invariablemente, como argumento principal del relato.)

Pero no, Verónica estaba demasiado cansada y desesperada, observando a su extraño acompañante que intentaba por cuarta vez en el botón exit, que la puerta del ascensor se abriera, con el mismo resultado que las veces anteriores.

-Ya dejé eso, no va a abrir, se atoró, pasa seguido en los ascensores, y lo más seguro es que no venga nadie a rescatarnos, hasta que amanezca, dudo que a las 2 de la mañana a alguien más se le ocurra hacer uso del elevador- Verónica lucía verdaderamente enfadada. Blanca, de cabello oscuro, no usaba perfume barato, ni exceso de maquillaje, ni siquiera el largo de la falda correspondía al de una prostituta, pero, lo era.

-Un muerto-masculló Javier, quien de no ser por el cintillo blanco en el cuello, tampoco nadie intuiría que era sacerdote, pero, lo era.

(Además confirmaría mi hipótesis, de que el mal siempre triunfa sobre el bien, insistía el escritor)

-¿Perdón?

-Sí, un muerto, vengo de darle los santos oleos a una persona que acaba de morir. En el 524.

-¡Ah mira!, que coincidencia, yo también vengo de atender a un muerto, en el 525, y por más que hice, no pude revivirlo, ¡Vamos!, quite esa cara, no fue tan literal.

-¿Y dice que no vendrán a arreglar el elevador hasta que amanezca?

-Es lo más seguro, y yo que tenía que regresar esta misma noche a Jalapa.

-¿Qué, entonces no es de aquí?

-No, solo vengo a trabajos especiales.

Javier y Verónica se quedaron viendo en silencio mutuo por unos momentos,

(pero aquí, ¿quién representa el bien y quién el mal? se preguntaba el escritor,) . .

mientras el sacerdote y la prostituta terminaban teniendo sexo, invariablemente.


Seven
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