17 de noviembre de 2004

El Ascensor


Se habían quedado varados descendiendo del tercer piso. No eran muy jóvenes pero tampoco muy viejos. El primero, alto y pasivo, luchaba contra el frío con guantes y un abrigo que lo cubría hasta el cuello; la segunda, delgada, bella y con sombras en los ojos, titiritaba entre un vestido corto y un suéter delgado.
El joven advierte el tiempo que pasarán ahí y le ofrece su abrigo a la dama; ella se cautiva por el gesto extraordinario.
Hablan con miradas. Como Adán y Eva, se tientan, esperan a pecar; no necesitan un paraíso, es suficiente con estar. Pasan momentos y empiezan a conversar. De pronto callan y se empiezan a besar.
El ascensor reacciona, ambos bajan hasta la calle y actúan normal.
-Soy prostituta.-dice tiernamente avergonzada.
El hombre saca un libro del abrigo y se lo da; una Biblia.
-Bendita. El hombre necesita pecar.- contesta él suavemente. Se despide y se
dirige hacia su monasterio a rezar; un sacerdote sin igual.


N.
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