17 de noviembre de 2004

EL HOSPITAL


Cuando estalló la bomba la electricidad feneció. La ciudad quedó en oscuro. En el horizonte apareció un hongo sobre las nubes.
—Padre, tengo miedo.
—No temas hija, Dios está con nosotros.
Empezamos a inhalar el humo que entraba en el elevador.
— ¡Auxilió! —gritó Maggie— ¡padre, creo que nadie nos escucha!
— La Teotokos nos escucha hija —exclamé mientras usaba mi komboskini con mi mano derecha.
—Padre, nos vamos a morir —dijo llorando.
—La muerte es como un sueño, cuando despertemos veremos a tu mamá y a tus hermanos.
—Que irónico, el SIDA no será lo que acabe con mi vida —exclamó al palpar los medicamentos gratuitos contra el VIH que la trabajadora social le consiguió.
—Hija, yo sufro de enfermedades peores.
— ¿Cuáles enfermedades?
— El orgullo y la soberbia.
El humo comenzó a invadir nuestros pulmones. Sentí un dolor en el pecho y un ataque de vértigo. Lo último que escuché fue a Maggie toser. Cuando abrí mis ojos miré una luz resplandeciente; más intensa que el sol.
— ¿Padre, ya estamos muertos? —preguntó Maggie.
—No hija, ahora estamos más vivos que nunca.


Juan José Martínez
www.deljuan.blogspot.com

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