3 de noviembre de 2004

El Golpe


La Casa de Gobierno se desplomó bajo el rugir de los aviones que la bombardearon. Aturdidos miraron cómo desaparecía el último vestigio de democracia y libertad; sólo atinaron a llorar sin lágrimas, que es el peor de los llantos porque te parte el corazón y te destroza las entrañas.

Su mejor amigo la llamó al teléfono privado, “no salgas, hay toque de queda en toda la ciudad, las fuerzas de ocupación han cortado el agua, las comunicaciones y la electricidad, no salgas, por favor”.

En ese instante tocaron a su puerta (serían como tres de la mañana). “Compañera, a la lucha, todavía podemos resistir”. La noche era una boca de lobo, llovía, casi diluviaba y las bombas revelaban los secretos de modernos edificios y quebraban el
cemento de las grandes avenidas.
Ella tomó su fusil, puso una gota de rouge en sus labios y junto a su acompañante se perdió en la oscuridad.

Nunca la vieron regresar.
(Algunos dicen que su cadáver fue lanzado al mar, personalmente no me consta).


toyita

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