20 de octubre de 2004

El Marinero Bengalí


De lunes a viernes trabaja en un glamoroso buffet en el área de Tribunales. Tiene una linda oficina y una secretaria muy vieja. Todavía conserva ese carnet con foto de abogado recién egresado. Argumenta que la edición antigua da más renombre (aunque más bien sabe que era muy buen mozo). Los viernes por la noche se transforma en una especie de Bukowski porteño y dirige el ciclo de poesía más surreal y sórdido de Buenos Aires en compañía de su amigo el Vasco. No tiene más esos programas en la Radio Nacional de ópera ni de poesía. A veces lo reconocen en Corrientes o Arenales y le elogian sus versos, otras veces le piden que les firme un ejemplar de su más reciente libro. Algunos otros lo identifican por haber sido uno de los organizadores de la Primer Contraferia del libro o discípulo de Borges. Pero, la mayoría del tiempo uno piensa que él es el “piantao” y que se ha escapado de la “balada para un loco”. Sacramentalmente desayuna bizcochos de grasa con té. Los miércoles por la tarde cruza el río de la plata en bote y toca los tambores en Colonia. Recientemente las clases de cello le han pulido esa chispa en los ojos olivos, y le ha entrado la lírica convicción de que es un marinero bengalí...


Karlatone
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