20 de octubre de 2004

¿Amarle? No hay una o tres razones para que le ame. Me inclino a pensar que “razones” mas bien, hay ninguna. Nombrarle es prohibido, resumirle no puedo, concentrarle no quiero.
Basta ya y para mí su figura única en mi estúpido sistema; en un apartado difícil de delimitar ya en tiempo, espacio, formas, números.
No le conozco.
Brilla para mí exiliado, náufrago en su propia isla.
Terca tarea la mía pues, vergonzosa, la de querer adjetivarle, la de querer rendirle un falso homenaje a su figura, ya para recordarle o extrañarle más, cuando lo que deseo, en unas ciento cincuenta palabras no es mas que un tosco tributo mal pintado del recuerdo (mi recuerdo). A él deseo guardarle intacto, no más, para que así, único, el placer de nuestra intimidad sea ese: el de la intimidad misma.


braquistocrona
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