16 de diciembre de 2004

EL OPERADOR


Al horno crematorio de los sueños llega todo. Ayer trajeron a una viejita. Se aferraba y gritaba que por vida mía le dejara al menos uno. Lloró cuando le sacamos de la mente su más antiguo romance con un mocoso de doce años. Un hombre con un tatuaje de un barco mecido por las olas en la espalda trató de intimidarme para que le dejara en la memoria al menos el olor de los cabellos de una muchacha con la que soñaba desde los quince. Los niños que vinieron después traían la carita llorosa, porque ellos tienen más sueños que los adultos y los forcé para que soltaran al horno sus historias de piratas e islas encantadas. Aquí paso todo el tiempo vigilando y operando esta máquina de la que ningún recuerdo sale vivo. Y aunque nadie ha dormido en años, estamos desterrando los últimos sueños de toda la gente, porque es un crimen que alguien recuerde cuando dormíamos y éramos mortales.


Esteban Domínguez
Hermosillo, Sonora.

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