17 de noviembre de 2004

Se sentó sobre el suelo y con los ojos cerrados pensó, ¡Dios, cuánto tiempo pasa! Ella lo miró de reojo, luego se buscó en el techo cubierto de un material que les reflejaba. Ojalá no se hubiera puesto la minifalda. Ni los zapatos de plataforma. Qué incomodidad si para sacarlos les pedían que trepara. Advirtió que desde su posición él podría estarle viendo las piernas y sin voltear intentó acordarse de la última vez que quiso confesarse, ¿cuándo fue? Tenía sólo dieciséis y aquél no quiso perdonarla.El primero de, ¿cuatro, cinco abortos? Qué más daba. Él se descubrió
subiendo por sus piernas la mirada y rápidamente desvió la vista a la pared metálica. Le sudaban las manos. El cleriman le incomodaba. Fijó la mirada sobre sus manos entrelazadas para mantener a raya la imaginación del borde de esa minifalda. Quiso recordar la última vez que había pecado, ¿Cuándo fue? Tenía sólo dieciséis y aquél lo había dejado condenado.


Patricia Arevalo
http://asakhira.blogspot.com

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