3 de noviembre de 2004

logLa última vela se apaga y decido irme a dormir. La tormenta sigue azotando con violencia el techo añejo de mi casa, y cada vez son más las goteras que mojan el interior. Los truenos –como gritos roncos- ensordecen y aterran. El viejo reloj de pared canta 3 GONGS que retumban en todo el ambiente. Un sentimiento extraño me posee y me hace temblar. Es una mezcla de miedo y emoción. Siento que el esperado día se acerca, y mientras mi cabeza intenta racionalizar mis emociones, mis presagios se materializan con 3 golpes secos en la puerta. Sin dudarlo, abro la puerta y me quedo en silencio.

Lo que vi me heló la sangre, toda mi vida esperando ese momento, y llegó así, sin aviso, en una horrible noche de invierno. Imaginé miles de veces esa situación, de miles de formas diferentes, pero ninguna así. Ella me miró y me dijo: “Sabés a lo que vengo. Es hora de comenzar tu regreso. Llegó tu momento de ser.”

Y así, sin ninguna otra palabra, partimos juntos con rumbo a mi destino incierto.


Daniel Dvorkin

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