20 de octubre de 2004

Retrato hablado


“Espero un día morir en Oaxaca, pero un día muy lejano,” dice, y puedo imaginar su expresión azulada, amarilla, blanco y negro como las mejores fotos, o hasta pixelada, como en las imágenes más desesperantes de esta tecnología. Quiere morir en Oaxaca, mi amigo tan querido, quien, a pesar del tiempo y esas veces que pudimos ignorarnos compartiendo nuestros gustos, sigue siendo mi amigo.

Me lo imagino naciendo de uno de esos puntos en el espacio que nuestro Borges llamó “Alephs” y donde se puede ver a ese Dios que rechazamos y buscamos. Es por eso que pudiera tener la virtud de compartir su nombre.

Sé que iba y se interesaba en los detalles de las cosas, de los personajes, de las canciones, y se subía al techo de su casa (en medio de la nada, y donde hay completa soledad alrededor) para mezclarse con algún tono naranja o morado de las nubes por las tardes, cuando ver para arriba es el mejor espectáculo sobre la tierra, cuando ver para arriba es comprender un poco lo divino.

Sí, sé que su olor favorito puede ser el de un mediodía en Oaxaca, por ahí del mes de abril, cuando está calientito y la lluvia ayuda a que uno entienda el significado de la perfección.

Lo absoluto, la gloria, la espontaneidad, se pueden encontrar en la Aurora Boreal como en esas nubes teñidas de los atardeceres sobre los techos de las casas en Tijuana. Cualquier día, a cualquier edad, porque mi amigo es anacrónico; brota infinitamente de un Aleph.


Selene Preciado
http://seprec.blogspot.com

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