20 de octubre de 2004

La vendedora de diarios


Todos los días vocea el periódico, calle por calle, con esa voz delgada que poseen las mujeres indígenas cuando el hambre las asedia. La bicicleta cargada con los impresos agota sus fuerzas.

Mientras pedalea medita en su vida mínima, su temprano embarazo, la muerte de los mellizos, quemados con la casa a puertas cerradas. Su marido había dejado encendidas las velas. Nunca quiso colocar luz eléctrica. Es muy costosa, decía con pena.

Luego que los lloraron hasta quedar sin lágrimas, él murió. Días antes que llegasen las lluvias, subió al techo para repararlo. Un golpe seco le avisó la caída y su temprana condición de viuda.

Viuda, sin dinero, analfabeta y cesante.

Las mujeres tenemos ñeque, me dice, mientras extiende el periódico. El sol me ha ennegrecido, sin embargo en los diarios aprendí a leer y con suerte, quizás encuentre marido en la sección correspondencia.

Y ríe con ganas, sonrojándose.


Toyita

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