6 de octubre de 2004

Al entrar en la casa la encontré desierta, casi por inercia me acerco al cuarto de baño y entre tantos accesorios sólo diviso las vendas que Triana dejó sobre el lavabo. Ahora estoy sentado frente a tu tocador, viendo los marcos que han sobrevivido a esos ataques de ira y que Fátima ha ido cubriendo con periódico para que los recuerdos no te amarguen el alma. Te has ido... convirtiéndote en un extraño monstruo, que en cualquier momento se desharías de Orfeo dándole a comer los vidrios de tu rencor... yo personalmente te entregaría sus vísceras listas para
tocar el violín por media sonrisa de cambio, pero estás vacía y no entiendo que es lo que te obliga a permanecer a mi lado. Yo tampoco sé que hago aquí, en esta casa, viendo tus vendas, tus fragmentos de vida... sólo me retiene el remordimiento de saber que yo iba manejando.


Diminui
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