9 de septiembre de 2004

MASOQUISTA


Llevaba dos tatuajes, una cicatriz en el muslo derecho de unos 8 centímetros de largo y un lunar debajo de la cadera, nada más. Una vez quiso tatuarse una sirena en el tobillo pero las tintas indelebles no le convencían. Quizá las tintas eran lo de menos pero la idea de una aguja taladrando su piel no le era del todo atractiva. Con esas dos marcas permanentes me quedo al menos en el oscuro universo de mi imaginación. Cuando se fue quise retener aquella cicatriz de piel áspera ó al menos aquel círculo que sobresalía a la vista del resto de su tez. El dolor no era lo suyo por eso por eso no se tatuó, no se quedó conmigo y no dejo nada.


Alejandra M. Fimbres
http://septimosentido.blogspot.com

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