30 de agosto de 2004

Vidrios


Él le estrelló la puerta antes que partiera en su auto modelo 95. Algunas astillas de vidrio se le incrustaron en el cuello. Regresó a encararlo. Metió una mano por entre los barrotes. Los cristales que aún pendían de la puerta hirieron su brazo derecho. Él huyo hacia su departamento sin mirarla siquiera. Ella jaló el picaporte y trató de alcanzarlo. Él se refugió detrás de una gruesa hoja de madera. Ella pateó la puerta dos veces y le gritó lo cobarde que era. Dio la vuelta y se dirigió a su auto modelo 95. Antes de partir azotó la puerta. Los últimos vidrios cayeron. El sonido llegó hasta sus oídos por debajo del pórtico que lo protegía. La sangre paró de deslizarse y se secó en los bordes afilados de los cristales que descansaban en el suelo.


Alfonso Morcillo

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