17 de enero de 2005

Leche.


Era difícil encontrarlas, pero una vez que aceptaban el trato todo era tan fácil que incluso se apenaban de recibir el pago. Lo único que tenían que hacer era sentarse dentro de la vieja tina, encueradas, de espaladas a mi, y dejar que yo les vaciara algunas jarras de leche encima. Luego podían irse, sin secarse, sin enjuagarse, así, se vestían bañadas en leche y se retiraban, con su paga en el bolsillo desde luego. Eso era todo.

Cuando la puerta se cerraba, yo regresaba al baño, me desvestía y entraba a la tina en al que ellas habían estado, me sumergía en aquel caldo de leche y mujer y empezaba a beber todo lo que ahí había, hasta terminar con la leche, hasta terminar con ellas. Nunca lo supieron, así era mejor.


(c. bortoni e.)
[http://cbortoni.blogspot.com]

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