6 de octubre de 2004

Al entrar en la casa… Fátima se desnudó, ella no era ninguna virgen. Triana sonrió y se la señaló a Orfeo. —Haz música, entra al infierno, le dijo. Orfeo obedeció y empezó acariciándole los muslos. Triana continuaba riendo y fumando su puro, escuchó los gemidos fingidos y los complementó con una carcajada. Tenía años pagándoles porque interpretaran frente a él; porque sudaran, jadearan y gimieran. Hoy quería animarlos con risas. ¿Hace cuánto del accidente? ¿Cuántos años que no se le paraba el pito? —Anda tu penitencia, Fátima. No se detengan, dijo Triana mientras se acarició, por reflejo, la entrepierna. El humo se le escapaba a risotadas, mientras Orfeo y Fátima interpretaban el drama.


TT
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