9 de septiembre de 2004

Tatuaje


La canción de Joan Sebastián sonaba estridente en el estéreo del auto. Le pedí a Yolanda si le bajaba un poco al volumen. Le bajo nada, dijo. Incluso le subió un poco más. Las bocinas comenzaron a tronar y la letra ya no pude entenderla. Yolanda le pegaba a sus rodillas con los dedos, siguiendo el ritmo de la canción. Le pedí una vez más que le bajara a su relajito, que me molestaba manejar de esa forma. Se lo dije gritando. NO ME GRITES, respondió. Joan Sebastián seguía cantando la misma canción y la carretera seguía siendo la misma línea recta. ¿Había ya pasado una hora con la misma tonada y el mismo asfalto? No lo sé pero ya me estaba hartando. Yolanda, le grité, por última vez cambia esa chingadera o apágalo. Se volteó hacia el horizonte sin hacerme caso. Di un volantazo a la derecha, salimos del camino y fui directamente a estrellarnos a un poste. Puse eel cuerpo flojito y solo me golpeé un poco en el pecho gracias al cinturón de seguridad. Yolanda se golpeó la frente contra el parabrisas y rebotó en su asiento. La música de Joan Sebastián por fin desapareció. Yolanda me gritaba que necesitaba una ambulancia. Le vi la sangre en la frente. Ahora sí, ahí tienes tu pinche cancioncita de Joan Sebastián tatuada en la frente, le dije y me bajé del coche para largarme caminando.


Alfonso Morcillo
http://menosquecero.blogspot.com

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